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1933, o cuando Ibiza apostó por el turismo. Vicente Valero
La sociedad ibicenca apostó hace 80 años por
el turismo, s inauguraron los primeros hoteles, se abrieron nuevas
pensiones y bares, y se fundó el Fomento de Turismo
09.02.2013
Se cumplen 80 años de lo que puede
considerarse el inicio de la industria turística en Ibiza. El año 1933
fue decisivo en la historia contemporánea de la isla, con la
inauguración de los primeros hoteles, la fundación del Fomento de
Turismo, la apertura de numerosos comercios y bares, la llegada de
exiliados alemanes, los reportajes nacionales e internacionales, la
estancia en la isla de destacados intelectuales y artistas y, sobre
todo, la creciente conciencia social -aunque no faltaron voces críticas-
en torno a los posibles beneficios del turismo.
VICENTE VALERO | IBIZA
Fue un año clave en el devenir de la historia de Ibiza. En 1933 la
sociedad ibicenca empezó a entender y a aceptar que la industria
turística podía resultar muy favorable para los intereses económicos de
la isla, como lo venía siendo en la vecina Mallorca. Desde finales de
los años veinte, la afluencia de turistas era cada vez mayor, pero la
industria turística continuaba sin desarrollarse, más allá de una
cuantas pensiones repartidas entre Ibiza, Sant Antoni y Santa Eulària.
Ya
en 1924 Diario de Ibiza publicaba artículos de opinión en los que se
reclamaba «trabajar algo a favor de la atracción de forasteros,
intensificar el aseo de la población y procurar la construcción de un
gran hotel». Pero el caso es que nadie parecía decidirse y nadie venía
de fuera tampoco para empezar algún proyecto en este sentido.
«Decididamente –se escribía también en 1924 y en el mismo diario– lo que
falta es que los ibicencos reconozcan los beneficios que reporta a un
país la afluencia de forasteros. De esta manera, lector, iríamos a un
verdadero progreso intelectual y material, de otra manera continuaremos
siendo lo de siempre, hijos de la cenicienta balear».
Tuvo que
pasar casi una década para que los ibicencos empezaran a reconocer los
beneficios del turismo. El primer hotel se inauguró en octubre de 1932,
pero con tan mala suerte que sólo unas semanas después el edificio se
vino abajo. Peor no podía empezar la aventura hotelera ibicenca. Aquel
Hotel España, reconstruido, volvió a inaugurarse dos años después, a
finales de 1934, gracias al empeño de su propietario, José Escandell.
Pero para cuando reinauguró su hotel, que había sido el primero de
todos, ya se habían abierto hasta cinco hoteles más en la isla, además
de varias pensiones. Y es que 1933 fue un año muy fértil en
inauguraciones hosteleras.
En correspondencia con la irrupción de
estos nuevos establecimientos, también 1933 fue un año fértil en
turistas. Y no solamente en turistas, sino también en otro tipo de
viajero con intención de quedarse por más tiempo, los exiliados alemanes
(judíos y militantes de izquierda), pues en enero de aquel mismo año
Hitler había subido al poder. Muchos de aquellos exiliados alemanes
participaron muy activamente en los inicios de la industria turística
ibicenca.
A todo esto hay que sumar los numerosos artículos y
reportajes sobre la isla publicados en la prensa nacional e
internacional, siempre en términos elogiosos, que contribuyeron a la
construcción de una idea de Ibiza que iba a perdurar: la de una isla
donde era posible la libertad, de una belleza virgen, con una
arquitectura singular, propicia para el trabajo de los artistas y€ muy
barata.
En 1933 se inauguró en primer lugar el Hotel Buenavista,
en Santa Eulària, con lujos hasta entonces desconocidos, como
calefacción, agua corriente y coche en la puerta a disposición de los
clientes. En junio se abrió el Gran Hotel (hoy Montesol), en la ciudad,
el más ambicioso de todos, con 72 habitaciones y 126 plazas. Ya en
verano, fue inaugurado el Hotel Portmany, en Sant Antoni. Y todavía en
diciembre se inauguraría el Hotel Isla Blanca, situado en Vara de Rey.
Un poco antes que todos ellos, a finales de 1932 (poco después del
malogrado España), había abierto sus puertas el Hotel Balear, en Vila,
en la actual calle Ignacio Wallis. Se abrieron todos a lo grande (para
lo que eran aquellos tiempos y en Ibiza), con la intención de ofrecer el
lujo que se suponía que los viajeros demandaban en este tipo de
establecimientos, especialmente un servicio de comedor muy esmerado en
el que no solía faltar la langosta, muy abundante entonces. De la
apertura de estos hoteles se beneficiaron notablemente, entre otras
muchas profesiones, los músicos de la isla, pues en todos ellos se
ofrecían bailes para los que se hicieron necesarias las pequeñas
orquestas. Y no hace falta decir que constructores y albañiles se
beneficiaron como nadie de este primer boom del turismo. En diciembre de
1932, la alemana Anneliese Magnus, según cuenta en una carta a su
madre, quería construir una casa en Sant Antoni para la que ya había
comprado el terreno, pero se lamentaba de que le era imposible empezar
porque no había ni un solo albañil libre en toda la isla.
Estos primeros hoteles de Ibiza tenían
propietarios ibicencos. Algunos procedían ya del mundo de la hostelería
–como Antoni Marí, del Buenavista, que había tenido una fonda en el
pueblo–, pero la mayoría no, como el propietario del Gran Hotel, Juan
Villangómez, que era médico, o el del Portmany, José Roselló, un
terrateniente de Sant Antoni. Pero desde los inicios se recurrió a
extranjeros para diversos trabajos. Así, el gerente del Portmany era un
alemán llamado Wilhelm Heizmann. Y el Buenavista fue muy pronto
alquilado a un tal Mr. Harvey, el cual nombró como director a otro tal
Mr. Klein. En otoño de 1933 se abrió la Pensión Ca Vostra, en Dalt Vila,
de la que era propietaria la artista alemana Lene Schneider, una de las
primeras exiliadas en abrir un negocio en la isla.
Bares y comercios
Pero
incluso antes de 1933 ya había extranjeros trabajando en negocios
turísticos. Desde principios de 1932 existía la llamada Pensión
Mediterránea (que se vino abajo también junto con el Hotel España, pues
se encontraba en el mismo edificio), cuyos propietarios eran Alfred
Schatteuer y Alfred Mayer. En esta pensión residía Tomas Schlichtkrull,
profesor de idiomas y un gran entusiasta del turismo, que escribió
varios y brillantes artículos en Diario de Ibiza, en 1932, intentando
convencer a los ibicencos de los beneficios de la industria turística,
proponiendo actividades para los viajeros, como excursiones programadas
por la isla, y sugiriendo algunos «retoques» en el mejoramiento de las
calles y de la higiene. Sin duda debió de ser uno de los que más
disfrutó del progreso turístico en Ibiza a lo largo de 1933. De hecho,
se ocupó él mismo de la primera oficina de información turística que
tuvo la isla, situada en el Gran Hotel.
Los ibicencos empezaron a acostumbrarse a
los turistas y a los extranjeros en general, tan diferentes en muchas
cosas, pero ya de entrada, en su manera de vestir. El periodista Carlos
Sentís, que pasó unas semanas del verano de 1933 en la isla, escribió
después, en un artículo, sobre ellos: «A ciutat són visibles espècimens
d´una gent abillada en consonància amb la seva manera de caminar. El més
discretament guarnit porta pantalons vermells sang de bou; els cabells,
quan no els amaga un ample barret, són llargs, ondulats i engomats,
tallats tots al mateix nivell del clatell. De vegades, una boineta blava
o roja, posada de gairell, que només tapa un parietal i una orella.
Duen samarretes llises o ratllades, peró sempre virolades –sobretot
policromia–, i un mocador lligat al coll i penjant esquena avall a estil
manisero».
A muchos de estos turistas se les podía ver
a menudo por los viejos y nuevos bares de la isla. Durante el año 1933
se abrieron algunos bien notables, como el Migjorn, en el puerto,
propiedad de un francés, Guy Selz. En Santa Eulària, Juanito Canals
abrió el restaurante Royalty, que poco después también sería hotel. José
Ferrer y Antonio Marí inauguraron en julio el bar El Dorado, en la
ciudad. Se abrió también una galería de arte, la Galería Maria Ferst, en
la plaza de Vila, que se estrenó con una exposición de pinturas de
Narcís Puget. Y se inauguró, en julio, Casa Estrella, una tienda de
artículos fotográficos, propiedad del alemán Walter Stern, en La Marina,
no muy lejos de su máxima y única competencia, es decir, Casa Viñets,
principal productor de postales de la época, que pocos meses antes y en
vista de las nuevas perspectivas turísticas decidió editar una nueva
colección. Del mismo modo y por los mismo motivos, José Costa Picarol se
encontraba ya preparando en aquel mismo año (según se anuncia en Diario
de Ibiza) una guía de Ibiza, que no aparecería sin embargo hasta dos
años después.
Fomento de Turismo
1933 fue
también el año de la fundación del Fomento de Turismo, institución que
venía siendo reclamada por la prensa desde hacía bastante tiempo. A
decir verdad, sus inicios no fueron muy alentadores: a la primera
reunión, convocada por el Ayuntamiento a finales de julio, casi no se
presentó nadie y por esta razón ni siquiera llegó a celebrarse. Una
semana después, se repitió la convocatoria y, aunque tampoco acudió
mucha gente, al menos se pudo celebrar la reunión fundacional. A finales
de septiembre ya estaban aprobados los estatutos y se empezaron a
cobrar las primeras cuotas a los no muy numerosos socios. Entre las
primeras iniciativas que se tomaron destaca la de «gestionar el
adecentamiento del Portal de las Tablas», según informa la prensa.
En
general, el turismo se veía como una fuente de progreso, pero también
hubo algunas voces críticas que lo cuestionaban. En agosto de 1932, en
un artículo titulado ´Cal prevenir´, publicado en Diario de Ibiza y
firmado por ´Sia´, se enumeraban algunos perjuicios que se avecinaban
con la llegada del turismo: «els teus cants i les teves ballades
passaran a ésser matèria de folklore, arxivats i closos, i el teu potent
´hiuuujajá´ es perdrà ofegat en mig de la mal entesa civilització (€)
Jo voldria que sabessis resistir l´embat d´aqueixa invasió€» Algunos
visitantes ilustres, como el filósofo Walter Benjamin, tampoco veían muy
claro el rumbo turístico que había iniciadoIbiza. En su correspondencia
no faltan alusiones a esta cuestión y así, en junio de 1933, se lamenta
de que el tranquilo pueblo de Sant Antoni que había conocido en la
primavera de 1932 esté cambiando: «golpeado por todos los horrores de la
actividad de sus habitantes y especuladores, no existe ya ni un rincón
apartado ni un minuto de tranquilidad». Y por supuesto no faltaron las
críticas de carácter moral, como las apuntadas en otro artículo de 1932
en Diario de Ibiza, firmado por Espartaco, en el que se denuncia que las
extranjeras lleven los brazos al aire, porque «mañana llevarán las
piernas desnudas. Y dentro de no mucho tiempo la cosa de generalizará
–si no se pone remedio– y muy bien pudiera suceder que poco a poco
fueran eliminando otras prendas€»
Pero el despegue turístico
ibicenco ya se había iniciado y las tímidas críticas no iban a tener
apenas influencia. Los visitantes disfrutaban de aquella Ibiza un poco
primitiva aún, con sus paisajes vírgenes y sus playas estupendas, y se
convirtieron en los mejores publicistas. En 1933 estuvieron en la isla
escritores de la talla de Walter Benjamin y Pierre Drieu la Rochelle,
fotógrafos como Raoul Hausmann, Giséle Freund y Florence Henri.
Pintores, escultores, periodistas: todos contribuyeron, con la difusión
de sus escritos y sus imágenes, a la construcción de una idea de Eivissa
como destino turístico privilegiado. La guerra civil interrumpió
trágicamente estos inicios, pero la base ya estaba puesta y en los
primeros años cincuenta la historia volvió a repetirse.
Fotografies i l'article complet:
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